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Los rostros que nunca descansan en Cuenca

  • Foto del escritor: Christian Andrade Brito
    Christian Andrade Brito
  • 27 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 27 oct 2020

Para vivir en sociedad hay que conocer nuestros deberes y derechos. Las obligaciones ciudadanas se conectan con la idea del bien común, el bienestar colectivo.


Este concepto ha quedado lejos de nuestras sociedades. Mientras el personal de salud ha sido explotado diariamente a 12,14 o16 horas de trabajo en los últimos meses por la pandemia Covid_19, los jóvenes han hecho caso omiso a las recomendaciones de confinamiento.

Estudios demuestran que la probabilidad de morir por coronavirus aumenta con la edad. De 19 a 29 años la tasa de mortalidad es del 0,2 %, mientras que para las personas de 50 y más, la probabilidad va desde 1,3 % hasta 8 % (adultos mayores). Razón que nos ha hecho creer "invencibles".

¿Cuán irresponsables podemos llegar a ser los jóvenes? No hay respuesta porque cada fin de semana nos superamos cuando autoridades tienen que clausurar fiestas familiares, bares clandestinos o "caídas" donde amigos. En fin, se mezclan un sinnúmero de actos imprudentes en medio de una crisis sanitaria.

Nos dirigimos a Cuenca, 3 ciudad más importante de Ecuador, para conocer los rostros de los que no pueden guardar cuarentena, porque su situación económica no les permite. Santiago Andrade nos conecta con su lente para conocer la realidad de estos personajes que son parte del mercado laboral informal.

En la calle Presidente Córdoba labora un obrero de la Empresa Pública Municipal de Aseo Cuenca (EMAC). Equipado hasta los dientes -como dirían los mayores- limpia una de las calles más transitadas diariamente. Aunque ahora el panorama es desolador, así que puede trabajar con tranquilidad y sin la contaminación auditiva de los autos y buses que circulan normalmente por el lugar.

Al inicio de la pandemia, 30 trabajadores de la EMAC dieron positivo en los test de coronavirus. Aunque posteriormente se identificó que el primer infectado fue un obrero que mantuvo contacto con un familiar que tenía el virus.


Se atendió inmediatamente y se estableció el cerco epidemiológico para evitar la propagación. Por fortuna ningún obrero ha perdido la batalla contra el Covid_19. Además, funcionarios de la empresa pública comunicaron que se entregaron kits de alimentos a sus trabajadores y también implementos de seguridad para el desarrollo de sus actividades.

El obrero llega casi hasta la calle Luis Cordero, normalmente muy concurrida en Cuenca. No hay la misma cantidad de basura en los días de cuarentena, lo que se lleva a su recogedor son trozos de lodo que alza desde la calzada.

De forma reiterada se comunica a los cuencanos/as que cuidemos a “nuestros #HéroesDeOverol”. Lamentablemente en Quito dos trabajadores de la Empresa de Aseo fallecieron por Covid_19, ellos trabajaban como recolectores de desechos sólidos.

Para evitar el contagio de los obreros de la EMAC se lanzó una campaña informativa sobre cómo deben colocar los insumos de prevención de coronavirus al sacar la basura. Se pide que guarden en fundas negras para que sean distinguidas.

En calles Benigno Malo y Luis Cordero, donde se ubica el parque Calderón, están los lustrabotas. Oficio de antaño, la mayoría son adultos mayores. Son parte del comercio informal, si quieren comer deben salir a ganarse los 50 centavos por cada lustrada.


Mientras espera por un posible cliente echa un ojo a los titulares de los principales periódicos de la ciudad y el país. El negocio de por sí está malo porque la gente ya no compra zapatos de cuero, dice.

Del otro lado, en el Centro Histórico de Cuenca, un adulto mayor cubre su nariz y boca con una mascarilla de tela, mientras espera sentado por una camioneta para trasladar su puesto informal de golosinas y revistas.


Tarde oscura y fría, clima común de esta ciudad. Tiene la mirada profunda, conectada solamente con su pensamiento. No hay nada más que él en el lugar. Es un buen rato que no sube ningún auto por esa calle.

En la salida del casco colonial de Cuenca está ubicada una verdulera. Ofrece zanahorias, alverjas, papás, y todo tipo de porotos. Solo le quedan 3 fundas pequeñas para acabar la venta del día.


Al frente de ella está un estacionamiento de bicicletas vacío. Santiago aprovecha para darle forma a la foto por medio de los tubos metálicos. La paloma no quiere pasar desapercibida y también se une al cuadro.


Sin darnos cuenta, ya hemos caminado varias cuadras. Dejamos atrás al Centro Histórico pero nos llevamos los rostros de los que nunca se fueron, para ellos el confinamiento nunca fue una opción.


Fotografías y edición: Santiago Andrade

Texto: Christian Andrade

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