Los rostros de los ecuatorianos varados en India por el Covid-19
- Christian Andrade Brito
- 12 may 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 16 jul 2020

Nos unimos a las reuniones de zoom puntualmente, entramos con los micrófonos y las cámaras encendidas. “Hola con todos” se empieza a escuchar en orquesta mientras ingresa la gente. Hoy será la tercera reunión (lunes, 11 de mayo de 2020), realizamos una por semana para conocer cómo avanza la situación sobre un posible vuelo humanitario.
La secretaria consular de Ecuador en India toma la posta, nos da la bienvenida a todos/as y empieza a contar a los participantes. Ya somos como una familia, ella sabe de memoria quién no está conectado y quién se ha excusado con anterioridad. En este zoom estamos más de 20 participantes. Mientras esperamos a más compatriotas, algunos tienen el micrófono prendido y se puede escuchar de fondo lo que hacen. Otros con la cámara encendida esperan pacientemente mientras atrás de ellos se observa como da vueltas incansablemente su ventilador.
Han pasado casi 10 minutos desde que nos conectamos, en ese momento se une el embajador de Ecuador en India. Inmediatamente nuestros ojos vuelen a la pantalla. Todos los micrófonos se apagan. Empieza la reunión nuevamente con unas palabras de bienvenida, intuyo que nos contará sobre las reuniones y acercamientos que tuvo con otras embajadas en India y del trabajo que se ha avanzado con las embajadas ecuatorianas en el sudeste asiático, pero no más.
Como dicen los entendidos sobre el tema, cuando hay buenas o malas noticias llegan corriendo. En este caso, las reuniones han servido más para conocer cómo está la situación sobre los vuelos domésticos e internacionales en India y en Europa, que es el lugar que obligadamente tenemos que hacer tránsito para quienes no contamos con visa americana. El proceso que se debe cumplir para retornar a Ecuador. La cuarentena obligatoria que debemos realizar a nuestro arribo o en Quito o Guayaquil, pero no mucho más.
Para esta tercera reunión estamos muy bien organizados. Primero por el chat de Zoom pedimos la palabra, escribimos el tema que vamos a preguntar y si es necesario encendemos nuestro micrófono para complementar con algún comentario. En esta ocasión las preguntas se han quedado cortas. Solo hay caras de resignación, angustia y desespero. Hoy más que nunca nuestros rostros expresan tristeza. Esa alegría con la que entramos a la reunión se ha desvanecido rápidamente.
Para complementar toda la información que ha mencionado el embajador, ahora pide que intervenga un compatriota. Él es piloto de profesión, trabaja para una aerolínea en India, y nos explica que la situación no nos ayuda en este momento, las grandes compañías que se encuentran operando no lo están haciendo con toda su flota, por lo que dificulta que podamos acceder a algún vuelo. Una intervención clara, sincera y concisa, que nos dejan aún más resignados.
Pide nuevamente la palabra el embajador, comenta sobre lo expuesto por el anterior ecuatoriano y hace una pregunta, que hasta ahora no me olvido y no me puedo sacar de la cabeza: “¿qué más puedo hacer?”, nos dice. Otro golpe bajo, alzo la cabeza para ver los rostros de los demás, pero hay gente que ha preferido apagar su cámara, otros tienen su codo puesto sobre su escrito mientras su mano apegada a una de sus mejillas sostiene su rostro.
Al final se piden las últimas intervenciones, un compatriota con desespero se apresura a decir que está emocionalmente golpeado. Cada 2 o 3 días surge alguna mínima esperanza para tomar algún vuelo o por América, Medio Oriente o Europa pero nunca se confirma totalmente la información, dice. Está molesto, su voz sube de tono y pide disculpas pero explica que cada que llega una noticia alentadora, él empieza a preparase mentalmente para su regreso. Pero nunca se da, y la desilusión que siente posteriormente le ha empezado a afectar. Pide que por favor se nos comunique solo información certera y que no nos llenen de esperanzas si todavía no las hay.
Termina su comentario. Ha dejado un ambiente tenso en la reunión. Se apresura a tomar la palabra una compañera. Mientras se prepara para su intervención, la mayoría escribe por el chat de zoom que ellos prefieren que se nos mantengan informados, porque es difícil vivir con la incertidumbre de qué pasará con nosotros.
Para ese momento ha prendido el micrófono una señora, ya mayor, y nos dice “primero que nada gracias por hacer estas reuniones, yo necesito verles. Ver sus caras me pone muy feliz”. Casi sin fuerzas volvemos a mostrar nuestra mejor versión de felicidad en nuestros rostros, tenemos sentimos encontrados. Su mensaje nos ha llegado.
Han pasado cerca de 40 minutos y después de la última intervención no hay mucho que decir, solo procedemos a despedirnos: “chao”, “hasta luego” o “buenas tardes”. Acercándonos a la cámara nos desconectamos, las pantallas se quedan en negro, y quedamos a la espera de vernos el siguiente lunes a la tarde con la esperanza de recibir alguna nueva noticia.
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