Crónica de cuarentena en un hostal sanitario de la Plaza Foch
- Christian Andrade Brito
- 12 sept 2020
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 21 sept 2020

Después de unos tormentosos 3 días de viaje, llegué a Ecuador el 1 de junio desde India. Primero aterrizamos en Guayaquil. Hasta que se despliegue todo el protocolo de seguridad -por la crisis sanitaria de COVID- los que teníamos como destino final Quito continuamos en nuestros asientos.
Desembarcaron en una hora; primero los que tenían prueba PCR negativa, después grupos vulnerables y así sucesivamente. De la misma manera fue en Quito. Al bajar del avión fuimos directo a la sala de espera para la prueba rápida.
A mi lado estaba Geovanny, nos conocimos en el viaje desde New Delhi. Mientras conversamos se ubicó dos asientos más allá una chica, que no debía tener más de 25 años. Empezamos a conversar los 3, ella venía desde Barcelona. Se acercó una persona de seguridad que usaba traje de bioseguridad, protector facial y doble mascarilla y le recriminó a la chica.
- ¿Por qué se movió de su asiento?
- Estuve en el baño porque mi perrito necesitaba tomar agua, respondió sorprendida.
Inmediatamente bajamos la cabeza con Geovanny y observamos que llevaba una mochila para trasladar perros. A los 5 minutos regresaron a buscarla y le permitieron pasar primero. A nosotros nos llegó el turno después de 2 horas. Con un cotonete me extrajeron fluido de mi nariz. Fue rapidísimo y sin dolor.
Siguiente parada a migración, después recogí las maletas y 3 buses esperaban por nosotros para trasladarnos a los hoteles donde guardaríamos cuarentena. Yo reservé un hostal en la Plaza Foch, el más barato que pudo encontrar mi hermano.
A las 5 am estuvimos listos para salir. En el bus fuimos “uno encima de otro”, literal. Era obvio que el protocolo de seguridad falló o por lo menos -el último paso antes de dirigirnos a los hoteles- no fue correctamente coordinado.
Día 1
En el trayecto hacia el hostal me dormí. La ruta del bus #3 cubría la parte centro de la ciudad. Cerca de las 7 am, una policía gritó:
- Los que tienen su cuarentena en la Plaza Foch bajen, por favor.
Me levanté inmediatamente, a lo lejos les dije chao a dos ecuatorianos que conocí en India y bajé. Otro policía nos trasladó al hostal a mí y a dos jóvenes, que más tarde me enteré que venían desde Rusia.
Como buen “millenial” cuando nos abrieron la puerta, lo primero que hice fue preguntar por la clave del wifi.
- Ya te doy, pero primero les desinfecto las maletas, me respondió el recepcionista y dueño del lugar.
Ingresé a mi cuarto, ubicado en la primera planta. Tenía dos camas y una pequeña sala. No había baño, me explicó que tengo que usar uno en el segundo piso. Me quedé un poco asombrado, se suponía que no debía moverme de mi cuarto. Cuando me dio la llave del baño, me explicó que sería solo para mí, por suerte.
Fui directo a tomar una ducha, llevaba 3 días sin hacerlo. Después llamé a mi familia y comí el desayuno que me entregaron -puntualmente- a los 8 am. En un plato desechable me pasaron unos huevos revueltos con jamón, un pan y 5 trozos de papaya. No era un típico desayuno ecuatoriano, pero mi estomago lo agradeció después de casi 6 meses de comida india.
Hacía un frío brutal. Venía de un clima de casi 50 grados. Puse todas las colchas en una sola cama y me dormí hasta el mediodía. Tomé el almuerzo y volví a dormir hasta la noche. Para la merienda me entregaron un pedazo de pizza y un vaso de gaseosa.
Dormí hasta las 3 am porque estaba con jet lag. Mientras revisaba el celular, en el chat oficial de mi clase en India, llovían mensajes. Una de mis compañeras dio positivo de COVID en el hostel de India. Todos los que estuvimos en contacto con ella nos quedamos nerviosos.
Día 2
Se activaron mis miedos, hipocondriaco al máximo. Me ardió la garganta en la mañana.
- ¿Será Covid? Me pregunté.
Igual estoy aislado, no creo que me muera, me respondí yo mismo. Para no aburrirme tenía que hacer algo durante los 14 días de aislamiento. Empecé a editar mi video sobre “cómo es viajar desde la India a Ecuador en época de Covid_19”. Después de 3 horas de usar la compu, se prendió la luz que indica batería baja.
- Qué mierda, mi cargador no entra en estos enchufes.
No me di cuenta de ese detalle cuando compré la laptop en India. Con la aplicación de Glovo y con ayuda de un amigo, ordené un adaptador. En menos de una hora golpearon mi puerta, el señor de recepción -que en realidad hacía de todo- me dijo que había llegado mi pedido.
Con el cargador en mano edité mi video hasta la noche. Solo paré para almorzar y merendar, porque a las 8 pm ya estaba dormido. Continuaba con jet lag, me desperté a las 4 am. Entre las cobijas chequeaba mi celular hasta que amanezca porque fue imposible volver a dormir.

Día 3
No era agradable tener el baño fuera de la habitación. Para salir debía usar mascarilla, echar llave al cuarto, subir al segundo piso, abrir el baño y obviamente al regresar “bañarme en alcohol” las manos.
En el hostel nos hospedamos solo 4 personas. La pareja de estudiantes que venía de Rusia y un chico más, que siempre le venía en un pequeño patio afuera de mi cuarto cuando salía al baño. Por lo general estaba fumando y conversando con el dueño del hostel. Yo le saludaba moviendo mis cejas o solo alzaba mi mano y regresaba rápido al cuarto.
Mientras exportaba mi video, un pedazo de cemento cayó del tumbado justo en mi maleta, que estaba abierta.
- ¡Qué tontera! Pero bueno es el lugar más barato para hacer la cuarentena, pensé.
A los 10 minutos llegó la señora -que todos los días me entregaba la comida- con una escoba y recogedor. Lo dejó en la puerta, por medidas de seguridad nadie entraba a las habitaciones. Limpié en menos de 5 minutos y la ropa que se ensució la puse en una funda negra. Lamentablemente me quedé solo con una pijama para toda la cuarentena.

Día 4
Temprano me comentó un amigo que podía hacerme la prueba PCR en el día 7, y si salía negativa me autorizarían cumplir la segunda parte de la cuarentena en casa.
Apagué la TV, justo estaban retipiendo el partido de la final del 2010 entre España – Holanda. En el chat de unos amigos enviaron la lista de laboratorios habilitados por el Ministerio de Salud de Ecuador para realizar las pruebas COVID_19.
Elegí llamar al tercer laboratorio de la lista, el 3 es mi número de la suerte. Me contestó una señora muy amable. Lo primero que pregunté fue el día que me harían la PCR y el costo:
- Hoy mismo vamos en la tarde, si quiere le pongo en la lista de prioritarios y son 120 USD, respondió.
- ¿No me hacen la prueba justo en el día 7? Pregunté.
Me explicó que no era necesario, otras personas lo habían hecho así. No sé si era viveza criolla o en verdad sí estaba autorizado, pero a las 4 pm estuvieron los doctores afuera del hostal. Fui a la sala de al lado y me hicieron la prueba.
Esta vez el cotonete sí me llegó hasta el “cerebro”. Tenía en mi mano la mascarilla para cubrirme la nariz por si llegase a estornudar. Al final me indicaron que los resultados me entregaban mañana al medio día o en la tarde.
Día 5
Como todos los días, desde que llegué a Ecuador, a las 3 o 4 am ya estaba despierto y con el celular en las manos y bajo las colchas. Ese día me concentré en obtener rápido los resultados de la PCR y prepararme para el día 7 (domingo) e irme a la casa de mis papás. Aunque llegó el medio día y no me enviaron los resultados.
En la tarde llamé a la señora del laboratorio y le dije que nadie se ha puesto en contacto conmigo. Verificó mi información mientras -muy amable- me hacía la conversa.
- Vea usted, ha sido de Cuenca. Yo también soy morlaca, me dijo, cuando escuchó mi acento.
Ese día -como casi todos- fui a la cama a las 8 pm, 30 minutos después de tomar la merienda, que por lo general siempre era pizza o un sándwich.
Día 6
A las 11 am me enviaron un WhatsApp, pidiéndome mis datos para mandarme mis resultados.
A la hora del almuerzo me regué la sopa sobre mi pijama. Tanta mala suerte porque era la única limpia que sobraba. Me saqué el pantalón y busqué otro en mi maleta. No tenía casi ropa. Dejé una maleta grande en India, porque en el vuelo humanitario solo tenía derecho a una y preferí traer los regalos.
Me quedé en pantaloneta, subí al baño – después de comer- y lavé el pantalón en la ducha. Igual si todo salía bien con mi prueba PCR, podía irme del hostel al siguiente día.
En la tarde enviaron los resultados: negativo. Le contacté al señor del hostel para que me indique cómo hacer la solicitud para cumplir los 7 días restantes en casa. Me mandó el correo y los datos que debía enviar, adjuntando los resultados de mi prueba.
Quería tener todo listo, en la noche escribí el correo para guardarlo en borradores. Mientras estaba finalizando se me aplastó -sin querer- la tecla de enviar. Me puse nervioso porque tenía que mandar en el día 7 como me habían dicho.
Rápidamente escribí otro correo explicando que envié por error, pero justo respondieron. ¿Y ahora qué me dirán? Pensé. Abrí en otra pestaña, era una respuesta automática donde autorizaban a cumplir la cuarentena en casa. ¿En serio es así esto? Dije.
Le reenvié al señor del hostel el correo y le informé que mañana antes del desayuno saldría. Comencé a ordenar mis maletas, guardé la ropa sucia, mi computadora, los regalos y todo lo que había sacado y utilizado en esos 6 días.
Día 7
A las 4 am me desperté y 2 horas más estaba guardando las últimas cosas. A las 7 am escuché algunos pasos afuera, le mandé un mensaje al señor para decirle que estaba listo. En recepción pregunté por un taxi, porque la circulación de vehículos particulares estaba prohibido los domingos.
Me descargué Uber, pero no habían unidades disponibles. El señor llamó a una cooperativa de taxis pero tampoco hubo respuesta. Me sugirió salir a la calle 6 de Diciembre -una cuadra y media para abajo- para buscar una unidad.
Fue corriendo. Sentí que por fin había regresado a Ecuador. 6 días solo y sin moverme de mi cuarto -más que para irme al baño- fue una experiencia depresiva. Me paré en una esquina, no pasaban taxis. Al minuto me moví del lugar porque un borracho armó relajo con unos jóvenes motociclistas de Glovo, que estaba estacionados en la misma esquina.
Caminé media cuadra para abajo y paró una unidad.
- ¿Cuánto me cobra hasta …? Pregunté.
- Vamos con taxímetro, dijo.
¿En serio? ¿Cuándo cambió tanto Quito? Dije y respondí “de una”. El taxi tenía un plástico trasparente para separar los asientos de atrás como medida de seguridad. Llegué al hostel a buscar mis cosas pero nadie abría. Además, no tenía saldo porque cancelé mi plan de celular antes de viajar a India. Me paré cerca de mi cuarto para tomar señal del WIFI y le llamé por WhatsApp al dueño.
Mientras tanto el maldi… taxímetro seguía corriendo. Abrió la puerta rápidamente, entre los 3 sacamos las maletas, chocamos los codos para despedirnos y el señor me dijo:
- Vendrás a hacer el gasto cuando ya pase toda esta mierda.
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