La desteñida India por el coronavirus
- Christian Andrade Brito
- 16 may 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 16 jul 2020

Desde el primer día de la cuarentena hacía números para saber si alcanzaría a visitar los lugares que aún no tachaba de mi lista. Pasado 60 días en confinamiento y a la espera de las nuevas disposiciones del primer ministro de la India, Modi, lo único que me preocupa es saber cómo y cuándo podré regresar a mi país.
El sueño de hacer turismo se fue con la incalculable incertidumbre que se vive en mi residencia de estudiantes. Se han empezado a marchar quienes fueron mi familia desde inicio de año, y veo que mi oportunidad de hacerlo aún está lejos.
Hace rato que en mi campus, donde se ubica la residencia de estudiantes, entra y sale la gente como si ningún coronavirus hubiera llegado a India. Estamos salvándonos de milagro nos decimos entre algunos amigos/as. Para nosotros, los estudiantes extranjeros, solo está permitido caminar hasta la puerta número 1, que es lugar más lejano al cual podemos acceder. Observamos, entre las varillas metálicas, que en la calle principal nada se mueve como antes.
Con ansias esperamos volver a la "nueva normalidad", solo queremos escuchar alguna buena noticia. Y esa buena noticia solo viene acompañada de alguna opción de vuelo de repatriación para nosotros. Las ganas de explorar las exageradamente ruidosas calles de India han quedado atrás. Esos días que regresábamos sordos de tanto pitido de tuk-tuks solo son memorias. Hoy el coronavirus ha acabado con eso y se ha llevado también nuestras almas viajeras.
Ya las calles de India no huelen a India. Hace rato su olor concentrado desapareció. Sus mercados, muchas veces malolientes, están cerrados. No puedo imaginarme a este lugar sin quejarme por el olor, el desorden y el ruido. Vamos señores, necesito acción. Que vuelvan los días donde cualquier indio se nos acercaba a ofrecernos desde manillas, aretes, comida hasta servicio profesional y exclusivo de limpieza de oídos en cualquier esquina.
Le arrancaron el corazón a India. Aunque templos, monumentos y ciudades han sido galardonadas con la declaración de Patrimonio Mundial de la Humanidad, es notorio que su verdadera esencia está en las miles de millones de personas que hoy se encuentran en confinamiento. Sus calles bulliciosas y, adornadas por el color verde y amarillo de los tuk-tuks, han desaparecido. Los 40 grados del verano en India no ha perdonado ni siquiera a esos impávidos taxi-motos que se oxidan ante su falta de uso en los extremos de las grandes avenidas de New Delhi.
Por un buen rato no habrá más India, pero volverá, porque la nueva normalidad no aplica para un país que milenariamente ha hecho comunidad en las calles, templos, mercados, plazas. Su vida la hacen del “boca a boca”. Su forma de relacionarse no ha cambiado, esta escondida, y cuando vuelvan otra vez a las calles difícilmente se adaptarán a la tan famosa "distancia social", porque esto es India.
Comments