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India, no es lugar para débiles

  • Foto del escritor: Christian Andrade Brito
    Christian Andrade Brito
  • 9 jun 2020
  • 11 Min. de lectura

Actualizado: 10 jun 2020

Un ecuatoriano me decía que no le recomendaría a nadie que viaje solo a la India. “Creo que es un cambio cultural fuerte, necesitas por lo menos estar con alguien más si quieres recorrer este país”.

Exteriores del mercado popular Chandni Chowk, ubicado en la vieja Delhi / Foto tomada por: Diana Alnaser.

A mí me bastó unos minutos en el internet para descubrir todo lo que me encontraría en este exótico país. Una cosa es vivirlo, sentirlo, olerlo y otra muy diferente es solo mirarlo a través de tu computadora. Me preocupaba de sobremanera la comida y el alboroto de las calles, también me angustiaba la suciedad.


Muchos antecedes como para viajar tranquilo. ¿Qué estoy haciendo?, me decía, ¿Por qué irme a India? Aunque era tarde para arrepentirme, ya había firmado una carta compromiso por mi beca. Si decidía no viajar tenía que rembolsar todo el dinero que habían invertido en mí. Ni pensarlo, igual qué podría salir mal en un viaje de estudios, al otro lado del mundo y con todo pagado. Consuelo que poco me duraba los días previos a mi viaje.


Sin darme cuenta estaba sentado en la sala de espera del aeropuerto internacional de Quito. Allá vamos, me alistaba para un largo viaje. Desde Ecuador volé hasta Panamá. Lo hice el lunes 30 de diciembre al medio día. Arribé antes de las 16:00, estuve listo para salir a mi siguiente destino. Me habían comprado los vuelos con tan poca diferencia de tiempo que si había un pequeño atraso perdería el siguiente.


Primer susto, mientras estaba en la sala de espera para tomar el vuelo Ciudad de Panamá – Frankfurt, por los parlantes de nuestra sala de abordar mencionaban que el avión estaba retrasado. No pude volver a concentrarme más en mi libro. Antes de las 18:00 debía volar para Alemania, allá tenía exactamente 1 hora con 20 minutos para cambiarme al vuelo que me llevaría a New Delhi.


Esperábamos en una sala pequeña con los demás pasajeros, por filas ingresamos al avión casi una hora más tarde. Nos demoramos 30 minutos en abordar. Empecé a hacer números para saber si alcanzaría o no a tomar el siguiente vuelo. Hay 6 horas de diferencia entre Panamá y Alemania, con ese dato calculaba las 11 horas de viaje entre estos países.


Cada vez las aerolíneas se preocupan más para que los clientes se diviertan en sus viajes y más aún en los que tienen tantas horas de vuelo. Tenemos una una pantalla enfrente con juegos, música, pero principalmente con películas. Pero esa diversión es para ustedes. Para los que sufrimos de otitis aguda ni de chiste usar audífonos en un avión.


Cuando tomo un vuelo así de largo, siempre un día antes recurro a los remedios caseros, respiro fuerte el vapor del agua de manzanilla y también me pongo algunos paños calientes en las orejas. El día del vuelo uso mi gotero, 3 en cada oído. Si con todo eso no puedo contralar mi dolor, tengo que tomar pastillas, aunque no es la mejor opción porque son muy fuertes.


No sentí dolor alguno en el primer vuelo a Panamá, así que me arriesgué a ver películas en el siguiente viaje a Alemania. Alcancé a ver 2, porque no soy bueno para dormir en lugares que no sean cómodos y peor con tanto ruido.


Sin darme cuenta estábamos listo para aterrizar en Frankfurt. Tenía 30 minutos para tomar el siguiente vuelo hacia New Delhi – India. Pasé migración, una fila interminable y después solo corrí incansablemente hasta mi puerta de abordo. Llegué, había una fila gigante. Mientras la gente de la aerolínea intentaba organizar a los pasajeros para abordar, aproveché para ir al baño. Regresé y había un desorden total.


El vuelo salió antes de la 1 pm del 31 de diciembre. Fui al lado de un indio que poco habló conmigo, su compañero del otro lado del asiento le ayudaba a reproducir películas en su pantalla. Yo me arriesgué nuevamente a usar los audífonos, viajé las casi 7 horas sin problemas en mis oídos. Pero eso sí, me había colocado nuevamente las 3 gotas de mi medicina en cada oído.


Tampoco dormí, me ubicaron en las sillas que quedan justo delante de los baños. Ya saben ustedes cómo suena cada que la gente manda el agua en el avión. Ese ruido me asustó más que las mismas turbulencias.



Ritual de año nuevo en un vuelo indio. La gente limpia su cuerpo con un paño humedo.


Cuando me enviaron mis pasajes me di cuenta que pasaría año nuevo en el avión. ¡Qué chévere experiencia!, dije. Investigué cuáles son las actividades que suelen hacer las aerolíneas por año nuevo. Me encontré con videos de azafatas lanzado papel picado y algunos globos, la verdad muy interesante documentar eso.


A 10 minutos de que termine el año, paraba la película y miraba la hora en el celular. A las 00:00 ojeaba a todos lados, nadie asomaba. Solo el capitán de la nave nos dijo feliz año nuevo por los altoparlantes. A los pocos segundos salieron las azafatas con paños húmedos hirviendo y nos entregaban uno a cada persona.


Los indios empezaron a limpiarse primero sus manos, sus brazos y después su rostro. Mis costumbres latinas esperaban un poco más de acción, seguía mirando por si acaso asomaban las azafatas con "bombos y platillos". Tenía mi celular listo para capturar ese momento que al final nunca llegó. Solo me quedé con la imagen de los indios limpiándose su rostro y rezando en silencio.


Después de casi una hora nos pidieron ubicar bien las sillas y abrir las persianas porque estábamos por aterrizar. Cuando estuvimos en pista empezó mi calvario. Sentí un olor muy fuerte, como a llanta quemada. Traté de cubrir mi nariz con mi buff. No sirvió de mucho.


Mientras empezamos a evacuar, yo me contenía la respiración. Era obvio que no iba a aguantar mucho tiempo así. Desde la sala de desembarque se podía observar una neblina pesada. La polución de ese día se mezcló con la quema de llantas y fuegos pirotécnicos por año nuevo, además la temperatura era de 0 grados.


Hice una mega fila para migración. Ingenuidad de mi parte, porque cuando por fin llegué al locker, me dijeron que al frente está la entrada para extranjeros. ¡Qué suerte la mía! Otra vez a llenar el papel de ingreso, aunque eso era lo que menos me preocupaba. Solo quería conectarme al internet para escribirle a la persona que recibiría.


No podía con el olor, me empecé a marear. En medio de mi preocupación me dirigí a tomar mi maleta, al pasar el tuty free del aeropuerto se podía observar adentro del local la polución. Me ubiqué a un lado del circulo donde recibes las maletas, según yo gané el mejor puesto pero en india las filas no se respetan. Se metían, me empujaba, tuve que entrar en su juego porque si no nunca tomaría mi maleta.


No me pude conectar al internet. Sabía que tenía que ir a la puerta 5. Cuando por fin salí, intenté leer mi nombre en los carteles que sostenían los indios, nombres escritos en hojas de papel, en lonas y hasta en la mano. Pero ninguno decía Christian. Me preocupé. Eran casi las 2 am, un frío brutal y además la polución no daba tregua.


Leía detenidamente los nombres otra vez. No puede ser, dónde está el señor que me tiene que recibir, me preguntaba. Me di cuenta que afuera también había más gente con letreros de nombres. Seguro está ahí, pensé y me fui. Mala, malísima decisión. No me percaté que al salir del aeropuerto no puedes entrar nuevamente.


Para ese momento la polución y el frío pasó a un segundo plano, qué desesperación, no le encontraba al tipo que me tenía que recibir. Todo lo que había leído sobre India empezó a suceder. Se me lanzaron más de 10 personas a ofrecerme taxis, tuk-tuks sin el mínimo distanciamiento. Se querían llevar hasta mis maletas.

La primera noche en India dormí con una máscara de lana de Diablo Huma. La temperatura era de 0 grados.

No estaba de buen humor y me alejé. Nervioso me acerqué a un joven que administraba unas cabinas telefónicas. Le pregunté si podía usar. Había guardado el número del señor que me recibiría, en ese momento me di cuenta que su nombre era Vinur. Le pedí que marque ese número, me contestó pero no le entendí un carajo. ¿Yo no sé nada de inglés o aquí pronuncian bien diferente?, me pregunté.


Le dije al joven de las cabinas que hablara por mí con Vinur, capaz a él sí le entendía. Pero primero me pidió que le pagara. Le expliqué que solo tenía dólares. Se le prendieron todas esas malditas ganas que tiene cualquier persona en el mundo de abusar de los turistas. Primero me dijo que son 10 dólares por 30 segundos. Previamente había leído sobre esos casos de estafa en India. Solo moví mis monedas, porque no iba a sacar el fajo de billetes en este momento. Le dije que solo tengo 5 dólares.


Se enojó muchísimo. No me quería aceptar, pero al final me recibió. Yo le pagué con la condición de que me permita hacer las llamadas que necesite hasta encontrar a Vinur. Cosa que no pasó, él tomó el dinero me dio la espalda y no me ayudó más.


Un compañero le recriminó la actitud. Hablaban en hindi, porque inglés no era. Ahora sí se jodió todo, pensé. Quise volver a entrar al aeropuerto, pero un policía sentado con un arma entre sus brazos me hacía la señal de que no puedo volver a ingresar. Le traté de explicar que soy extranjero y estoy buscando a alguien y quizá está adentro. Solo me movió su arma como haciéndome señas que me mueva de ahí.


Volvieron a acercarse algunos indios, nuevamente a ofrecerme servicio de taxi. No, les dije muy molesto. Un chico que me estuvo viendo desde hace rato, desde lo lejos, alzó su celular y me dijo que podía hacer una llamada. No tengo más dinero, le contesté inmediatamente. “Es gratis por año nuevo”, respondió.


Me sacó una sonrisa en medio de tanto estrés. Le dicté el número, le pedí que hablará por mí y que le explicara al señor (Vinur) que estoy parado exactamente afuera de la puerta número 5. Habló por unos minutos, lo hizo en hindi. Estaba seguro que se iban a entender, pero no. Me dijo que Vinur estaba borracho y que no se encontraba en el aeropuerto, me explicó que es año nuevo y que él debe estar festejando.


Hora de buscar la dirección y los números de emergencia. Habían pasado casi 2 horas. Me acerqué a una isla de taxis, se veía la más confiable para ordenar uno. Para ese momento estaba más que asustado, me volvió a incomodar el olor, tenía frío y ya no me podía controlar.


Primero le pregunté sobre algún hotel cercano, porque pensaba “si esté rato me voy a la residencia de estudiantes capaz no hay nadie quién me reciba”. Eran más de las 3 am del 1 de enero. “70 dólares cuesta la noche en un hotel”, me comentó.


Tenía que estar medio año en India, gastarme ese monto de dinero por dormir 4 o 5 horas hasta que amanezca para después irme a mi residencia era estúpido. Suerte o muerte, le di la dirección, pagué con mi tarjeta de crédito 1.000 rupias, que en ese momento por el cambio eran 14 dólares y me llevó a mi hostel de estudiantes.

Utilicé mi buff como gorra para cubrir mi cabeza del frío cuando arribé a India.

El taxista se enojó cuando le ordenaron que me traslade hasta el campus Indian Institute Of Mass Communication. Supuse que era lejos, por eso no le gustó. Mientras conducía a la residencia de estudiantes leía en los letreros de las calles “prohibido manejar en zig-zag”. A los pocos segundos entendí el porqué, casi todos los autos nos rebasaban por donde podían, izquierda o derecha. Y obvio, para ese momento ya me había dado cuenta de la contaminación auditiva que hay en las calles, utilizan excesivamente el pito cuando conducen.


30 minutos de viaje y el señor no podía encontrar el campus. Por fin ingresamos a unos edificios que eran como residencias de estudiantes, ¿es aquí?, le pregunté. Sí, me contestó. Pero cuando salió un guardia dijo que no era la dirección que estábamos buscando. Le indicó al taxista en el mapa de su teléfono las calles exactas, dio media vuelta y nos fuimos.


Íbamos y veníamos por la misma calle varias veces. Después de vivir casi medio año en New Delhi, descubrí que en ese lugar se ubican todas las residencias de estudiantes de las diferentes carreras universitarias y por eso fue confuso. Al final optó por abrir Google Maps, me dio su celular y yo escribí la dirección. Por suerte funcionó, finalmente me llevó hasta el campus.


Cuando llegué a mi hostel eran las 4 am. El taxista me quiso cobrar un extra, pero antes de que sucediera eso, el guardia de la residencia me llevó hasta recepción y él se quedó conversando con el conductor. Volvió a los 5 minutos, me preguntó si había pagado, le dije que sí indicándole el váucher de mi tarjeta de crédito. Lo tomó y salió. Nuevamente me quisieron estafar, qué manía de asustar a los turistas.


Estaba enojado, le reclamé al guardia por qué nadie fue a retirarme. Me dijo que sí habían ido por mí, ese rato le llamó a Vinur y respondió que él seguía en el aeropuerto esperándome. “Ya no importan”, dije, tenía mucho frío, solo quería ir a mi habitación. Me contestó que espere porque Vinur estaba regresando, él era el administrador de la residencia y me tenía que indicar el cuarto.


No podía más del cansancio, le pedí otra vez que por favor necesito ir a mi habitación. Justo cuando me iba a llevar, llegó el administrador. Me preguntó ¿dónde estabas? le respondí que nunca le vi, le llamé varias veces pero al final tuve que pagar un taxi, le dije. Pero eso no fue problema porque inmediatamente me devolvió las 1.000 rupias.


Salí de recepción, mi habitación quedaba en el hostel viejo. Llegamos y solo había una cobija, un cuarto congelado y un baño sin papel. Gracias que incluí en mi maleta 4 paquetes de paños húmedos. Intenté dormir pero era imposible, hacía un frío terrible. Me tuve que poner doble pantalón y mi máscara de lana de Diablo Huma para dormir. Después entendí que las habitaciones están diseñadas para el calor, 46 grados soporté en los últimos días que estuve en India.

Habitación en la que me hospedé en New Delhi.

Cuando hay un nivel alto de polución te mareas. New Delhi es la ciudad más contaminada del mundo. Empecé a delirar. Tenía una mezcla de sentimientos negativos por todo lo que pasé en mis primeras horas en India.


Recordaba mi último viaje con mi familia en Ecuador. Fuimos al Quilotoa, ese día mientras descendíamos a la laguna, mi hermano Diego nos contaba a mí y a mi primo que unos chicos fallecieron aquí mientras acampaban. “Prendieron una fogata en una olla dentro de su carpa, se durmieron y murieron intoxicados al inhalar CO2 (dióxido de carbono)”.


La India olía a llanta quemada, ese olor llegaba hasta mi cuarto. De hecho mis colchas tenían ese hedor. El calefactor que me dieron era viejo, lo prendí y me acordaba de la historia que contó mi hermano y del miedo opté por apagarlo. Estaba delirando bajo la única cobija que me entregaron. Sin embargo, hacía tanto frío que nuevamente me paraba y lo prendía. Pero a los pocos minutos pensaba que iba a morir porque el olor era terrible, “si respiro eso me voy a intoxicar. No me puedo dormir aquí, ya falta poco para que amanezca", pensaba.


No sé en qué nivel de disparate estaba que empecé a buscar pasajes de regreso a Ecuador para el siguiente día. Yo no puedo con esto, me decía. “Por qué dejar tanta comodidad para llegar hasta aquí”. Eran más de las 6 am y seguía oscuro. Al final del cansancio me quedé dormido unas horas, me levanté casi 08:30. El administrador me había dicho que máximo hasta las 09:00 puedo ir al desayuno.


Fui a la cocina con la misma ropa que llevaba puesto desde el lunes 30 de diciembre, día que salí de Ecuador. Antes de entrar pedí la clave del wifi en recepción, estaba decidido a llamar a mi familia y contarles todo lo que viví. Por suerte no me contestaron porque tenemos 10 horas y media de diferencia con Ecuador, era madrugada allá.


Fui a la cocina. Con miedo pedí agua caliente. Que sea potable, dije, no quería ganarme una diarrea el primer día. Mezclé café instantáneo y comí con una rodaja de pan integral. Regresé rápidamente a mi cuarto, tenía un cansancio acumulado de 3 días. Dormí hasta las 4 pm, me levanté mucho más tranquilo. El clima había mejorado, para eso ya me arreglaron la habitación con un calefactor nuevo, me dieron otra colcha y me pusieron papel higiénico en el baño.


Esa mañana conocí una compañera de Egipto en recepción, ella estuvo preguntando todo el día “¿dónde está el chico de Ecuador?, porque la está pasando muy mal”. Me volví a encontrar con ella en la noche y con casi todos mis compañeros del curso en la cena.


Bastaron unas horas para empezar la camaradería, aquí fue donde inició mi fabulosa aventura en India. Mi segunda casa. No habrá otro lugar en el mundo que ame más que la increíble India. Me sacó de mi zona de confort, literal me arrastró hasta aprender a amar sus olores, su caos y su indescifrable cultura. Esas son las experiencias y enseñanzas que me llevaré siempre de este subcontinente.


Námaste - नमस्ते


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